Es bien sabido que una alimentación saludable y un estilo de vida activo ralentiza la progresión de las enfermedades cardiovasculares (ECV). Aún así, muchas personas prefieren disfrutar de alimentos de calidad dudosa, con alto riesgo potencial para la salud en vez de modificar esta conducta alimentaria indebida y mejorar su estado de salud.
Para poder transformar estos hábitos erróneos, la educación nutricional es fundamental. Se debe proporcionar a la población general conocimientos sobre la alimentación adecuada, sus características y valores nutricionales así como su relación directa en el desarrollo de distintas ECV que incluyen el síndrome metabólico, la diabetes mellitus, la hipertensión arterial o la hipercolesterolemia.
Una alimentación saludable está compuesta por:
Independientemente de cuál sea su composición en ácidos grasos, una elevada ingesta de grasa, aumenta las concentraciones plasmáticas de lípidos potenciando la aparición de las ECV. Sin embargo, los distintos ácidos grasos tienen un efecto diferencial sobre el colesterol plasmático.
Para prevenir las ECV se aconseja una dieta equilibrada que incorpore hidratos de carbono. Se debe tener en cuenta el tipo de hidratos de carbono ya que los simples, de absorción rápida (monosacáridos, disacáridos, y oligosacáridos) pueden aumentar el riesgo cardiovascular (Figura 1). Siempre deben indicarse alimentos con carbohidratos complejos como los cereales integrales y las legumbres (Figura 2).
La fibra está formada en su mayor parte por hidratos de carbono y puede ser parcialmente soluble o totalmente resistente a la digestión enzimática que tiene lugar en el intestino. Tiene la capacidad de acelerar el tránsito intestinal y reducir la absorción de colesterol, reduciendo por tanto, el colesterol plasmático. Además se une a los ácidos biliares impidiendo su reabsorción y estimulando el catabolismo del colesterol (Figura 2).
En general, el reemplazo de carbohidratos de la dieta por proteína reduce el colesterol-LDL y aumenta el colesterol-HDL en plasma. Aún así, en la prevención de la disfunción cardiaca, el origen de las proteínas ingeridas es importante. Así, la ingesta de proteínas de origen vegetal se asocia a un 12% de menor riesgo de mortalidad por ECV (Figura 2).
Los procesos oxidativos no solo participan en la oxidación de las LDL sino que también provocan la aparición de la disfunción endotelial, la fibrosis, la vasorreactividad y la calcificación que conducen a la evolución de las lesiones vasculares y a la aparición de episodios clínicos. Parece razonable pensar que las estrategias dirigidas a inhibir los procesos oxidativos prevendrán o retrasarán la aparición de las ECV.
En general, en la prevención de las ECV los antioxidantes de la dieta desempeñan un papel destacado. La evidencia científica señala que se ha de enriquecer la dieta con antioxidantes naturales presentes en frutas y verduras frescas, aceite de oliva virgen y frutos secos que influyen de forma beneficiosa en los procesos de oxidación y protegerán contra la oxidación lipídica, ralentizando así, la progresión de las ECV.
Una recomendación ampliamente conocida para prevenir los principales factores de riesgo cardiacos modificables es realizar ejercicio de moderada intensidad (30 minutos, 5 días/semana) o de alta intensidad (20 minutos, 3 días/semana).
Esta práctica se asocia a una reducción en la incidencia de ECV debido a las adaptaciones fisiológicas del sistema cardiovascular que no solo mejoran el rendimiento físico de la persona sino que también inducen una mejora en la capacidad funcional del corazón. Un estilo de vida sedentario aumenta el riesgo de obesidad e induce presión arterial alta, enfermedad coronaria e infartos.
En términos prácticos, una alimentación adecuada estaría formada por:
Los factores dietéticos adversos que influyen sobre las ECV incluyen:
Mientras que los factores dietéticos protectores comprenderían:
En los últimos años, nuestra sociedad ha realizado una serie de avances significativos con el fin de mejorar su salud cardiovascular. Por ejemplo:
En general, la población es consciente de que mantener una correcta alimentación y realizar ejercicio físico de manera habitual es fundamental para mejorar la propia salud cardiovascular. Aún así, no debemos dejar de realizar un trabajo constante de investigación y divulgación de buenas prácticas para la prevención de las ECV.
Sin duda, la relación dieta-salud es compleja porque afecta a numerosas variables, algunas no conocidas todavía. Por ello, la investigación de estrategias para retrasar y prevenir enfermedades crónicas basadas en el control de la dieta son del mayor interés porque muchas de ellas y, más concretamente, las del sistema cardiovascular/cerebrovascular son la primera causa de muerte y pérdida de calidad de vida en el mundo.